domingo, 17 de noviembre de 2013

Xenofobia, racismo e interés nacional -A propósito de la decisión infortunada del Tribunal Constitucional-

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Somos un país insular de inmigrantes y emigrantes. Esto ha sido una constante histórica. La primera oleada de inmigrantes a “La Española” se produjo a principios del siglo XVI, de indígenas importados de las Antillas vecinas, traídos para sustituir a los que morían por la crueldad y sobrexplotación de los encomenderos.

Luego fueron traídos esclavos africanos para el trabajo en la industria azucarera. Entonces se despobló parte de la isla por las devastaciones de las bandas Norte y Oeste, para combatir el contrabando con barcos de naciones rivales de España.

Durante el siglo XVIII, la parte española fue reactivada con una inmigración masiva de canarios. Las guerras franco-españolas y las incursiones haitianas de principios del siglo XIX provocaron la emigración de muchos dominico-españoles hacia las antillas españolas, Venezuela y México.

Con la dominación haitiana de 1822-44 continuó la emigración de criollos hispanos y llegaron más haitianos, isleños del Caribe y libertos negros norteamericanos. Tras la Separación de 1844, cesó la inmigración haitiana, pero ingresaron numerosos antillanos y latinoamericanos, españoles, mayormente andaluces y catalanes; y después de la Restauración también haitianos.

Desde fines del siglo XIX, el país comenzó a recibir numerosos “cocolos” barloventinos, atraídos por el boom del restablecimiento de la industria azucarera; pero en 1919 los propietarios de ingenios influyeron en el gobierno interventor norteamericano para prohibir la inmigración de personas “no caucásicas”, en tanto muchos puertorriqueños vinieron para hacer trabajos de oficina; centenares de árabes, mayormente libaneses, y españoles , sobre todo gallegos y asturianos, e italianos del Norte, vinieron a establecer negocios en el país. Después, Trujillo y Balaguer utilizaron igualmente el antihaitianismo para explotar a nuestros vecinos. Como los pocos criollos que quedaban en el país en 1822 fracasaron con Núñez de Cáceres en establecer un Estado viable, el fundado en 1844 y restablecido tras la Restauración en 1863, fue el producto de una diversidad cultural y de intereses, sin una identidad nacional madura.

Lo cierto es que los dominicanos, particularmente la oligarquía de hateros que retuvieron el poder social del país, fue desarrollando el sentimiento nacional, paradójicamente al contrastar con sus vecinos, por sus deferencias de cultura, intereses y tonalidades de la piel que en general los diferenciaba, pero todavía durante la llamada Primera República y gran parte de la Segunda, muchos fueron anexionistas declarados.

Nuestros liderazgos siempre han procedido en parte de otros pueblos. Duarte, Imbert, Michel, Duvergé, Luperón, Espaillat, Heureaux, Balaguer, Bosch, Trujillo y Peña Gómez entre otros, fueron nacidos en el extranjero o tuvieron genealogía cercana foránea, incluyendo de ascendencia haitiana. Muchas familias destacadas del país tienen ancestros cercanos europeos no hispánicos o caribeños, como los Vicini, Bonetti, Barleta, Azar, Bisonó, García Godoy, Nouel, Despradel, Silié y Ray, para solo mencionar unos cuantos…

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La sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional (TC) trata de sepultar bajo una montaña de 147 páginas, llena de medias verdades, citas improcedentes y argumentaciones procedimentales, la realidad del genocidio civil de lesa humanidad que se quiere cometer en nombre del nacionalismo.

Lo que estableció la Constitución desde el 1929 fue la excepción en el reconocimiento de la nacionalidad por “jus soli”, a hijos de extranjeros diplomáticos o en tránsito, nada más. No hay manera de asimilar el concepto de “tránsito” (o transeúnte) a inmigrantes indocumentados. La lógica elemental y el diccionario de la Real Academia no lo permiten. Desde Haití el único tránsito posible sería hacia el mar, quizás para dialogar con los tiburones…

Es un hecho incontrovertible que se ha estado produciendo un desplazamiento demográfico masivo: los haitianos hacia República Dominicana, que deprimen los salarios por ese “ejército industrial de reserva”, mientras los dominicanos emigran hacia los Estados Unidos con pingües beneficios para traficantes, empleadores y autoridades civiles y militares.

De las principales fuentes de empleo del país: agropecuaria, construcción, manufactura, turismo y comercio informal, la mano de obra haitiana sustituye a pasos agigantados a la dominicana, y los sindicatos dominicanos, en lugar de como en otro países, ser defensores de sus empleos, se hacen por lo general de la vista gorda.

Cuando estuve dirigiendo el desaparecido Consejo Nacional de Reforma del Estado (CONARE), formulamos en 2001 un proyecto de Constitución, luego refrendado en un 95% por una Comisión Especial altamente representativa, con los principales partidos y organizaciones de la sociedad civil, éste proponía lo que se consignó por fin en la Constitución del 2010, es decir excluir también a los hijos de residentes ilegales, pero en lo adelante.

También recomendé en mi columna de “Hoy” desarrollar una política responsable sobre el empleo nacional y de asimilación de los dominicos haitianos ya dominicanos legales por nacimiento, mediante la eliminación de guetos en el campo y la ciudad, como los viejos bateyes, y promover la cultura dominicana.

Pero declarar a integrantes de cuatro generaciones de descendientes de haitianos (84 años), es una violación elemental de los derechos humanos, y extorsionar a personas que ya son dominicanos documentados a aceptar que son haitianos so pena de ser perseguidos como inmigrantes indocumentados, es una vergüenza para el país, que atenta flagrantemente contra el numeral 2 del mismo Artículo 18. Lo demás es pura jerigonza patriotera con claro sabor a racismo.

La Corte Europea de Derechos Humanos de Estrasburgo, en una decisión casi simultánea con la del TC, declaró inamisible que se le aplicara, nada menos que a miembros de la ETA condenados por genocidio, la llamada “Doctrina Parot”, que hacía retroactiva una legislación que en la práctica les aumentaba las penas, por lo que están quedando libres quienes habían cumplido su condena de acuerdo a la anterior legislación. Imagínense cómo sería para los casos de personas que no fueron responsables de la inmigración ilegal de sus padres.

Mientras tanto, la gran masa de indocumentados haitianos sigue fluyendo casi libremente, mientras se penaliza a los hijos de los ya arraigados y provistos de documentos, que son los menos.

Cosas veredes, Sancho! …

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La historia y la psicología enseñan cómo la frustración económica y social colectiva y la manipulación de los grupos de poder, generan el ultranacionalismo, el fundamentalismo religioso y el fanatismo racista. Así, las hambrunas de Europa en la baja edad media condujeron al fundamentalismo religioso y a Las Cruzadas, para “rescatar los santos lugares de los “infieles”, que como Saladino, gobernaban a Palestina con gran tolerancia religiosa, lo que condujo a guerras.

Hitler aprovechó los sentimientos de humillación y la inflación galopante de una Alemania derrotada, para manipular los prejuicios contra los judíos, a quienes despojó de su nacionalidad y luego intentó aniquilarlos; Stalin hizo lo mismo en menor escala contra partidarios de Trotski.

Los norteamericanos utilizaron los prejuicios antihaitianos de muchos dominicanos. Su Gobierno Interventor prohibió en 1919 la inmigración de personas “no caucásicas”, para evitar que vinieran “cocolos” de las Antillas Inglesas y lucrarse en sus ingenios de haitianos traídos como temporeros con bajos salarios y sin protección.Trujillo, que protagonizó el “corte”: un genocidio de haitianos; y en otros gobiernos posteriores se denunciaba el “peligro haitiano”, para obligar a los indocumentados a cortar la caña en los períodos de zafra. La crisis económica europea actual ha hecho florecer movimientos y xenofobias.

En realidad, el antihaitianismo dominicano se nutre de tres fuentes: en las capas más altas de la población, del sentimiento de superioridad por el color más claro de su piel; en las capas medias por los sentimientos nacionalistas generados por las incursiones de Toussaint y Dessalines y la dominación haitiana de 22 años; y en los sectores más bajos por la invasión masiva de su espacio de trabajo. Frente a esas actitudes, el gobierno, que debía moderarlas, las refuerza, porque sus obras públicas utilizan masivamente a haitianos, mientras las “altas cortes”, no hacen sino avalar las políticas de ultraderecha dividiendo a la población entre “patriotas y traidores”. . Hoy enfrentamos un posible aislamiento condena e internacional, que luego habremos de lamentar.

Ese sector está agitando el ultranacionalismo para desviar la atención acerca de los graves problemas del país.Esa actitud irresponsable para ganar el respaldo perdido, se revertirá sobre sus propiciadores. Es una falacia que la infortunada decisión 168/13 sea inapelable; lo es políticamente, y en lo jurídico por una “revisión técnica”, del TC, o por un mandato de los artículos 26 y 74 de la Constitución vigente, que señalan con claridad meridiana la obligación de respetar los convenios internacionales.

Fuente: Por TIRSO MEJÍA RICART
t.mejia[@]hoy.com.do, Periodico HOY
Domingo 17 de Noviembre de 2013 







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